Trataba de explicarle como era su ciudad, pero sus palabras atropelladas hablaban de todo a la vez, de calles, barrios, anchura, niebla, volcanes, alrededores; mezclándose cada vez más con una ciudad no tan confusa.
- Dibujémosla, hagamos un esquema - le dijo - sintetizar ayuda a comprender -
Entonces trazaron una linea recta, larga, muy larga. La rodearon de colinas, situadas irregularmente, tanto que algunas estaban incluso encima de la linea recta.
- Dibujémosla otra vez entonces, adaptada a los montes - volvió a decirle.
- De acuerdo, pero ahora ya no es recta, serpentea y se ensancha y se estrecha y esta fragmentada... -
- Sí, pero se ve desde todas las colinas. Yo, pondría ahí la ciudad vieja, la colonial, la que me recuerda a mi patria de exiliado -
- Pero ahí no puede crecer mucho - contestó.
- ¿Y que más da ? No va a crecer hasta dentro de 300 años -
- Cierto, ¿pero como la hará? -
- Fácil, siguiendo la linea. Hacia el norte, los barrios nuevos y ricos, impersonales torres y zonas de bares y diversión. Hacia el sur, la monotonía de barrios obreros y pobres, problemáticos y superpoblados -
- Es verdad - dijo - y hacia el este y el oeste, los cerros los contemplan. ¿Porque no hacer parques y miradores allá? desde algunos puede verse hasta el Cotopaxi -
- Sí, y un teleférico que suba al Pichincha, símbolo de la ciudad -
- Y el barrio viejo, mezcla un poco de todo, con sus cientos de iglesias, de turistas, de comercios, de gobierno, hará de crisol y de unión -
- Buena idea, será el lugar que todos sentirán como suyo, esa será su ciudad, ese será su Quito, por encima de su barrio, su torre, su Guápulo bohemio, su urbanización cerrada, su suburbio lánguido -
- Cuando venga de visita será el lugar que me muestres - le aseguró.
- Y en verdad es lindo -
- Sí lo es - replicó - tejas y blanco en una retícula derretida e inclinada -
- Además una ciudad viva, porque la parte nueva, aunque anodina es bien funcional -
- ¿Y la zona obrera? -
- Aunque con el trolebus queda ya muy cerca, mejor ni enseñarla, ¿no se oculta en el teatro la tramoya? -
- Tienes razón siempre tiene que haber una trastienda -
Y así en esta conversación entre arquitecto, promotor, habitante, colono, indígena, criollo y visitante, con la ciudad como maqueta, comprendieron Quito; y les atraparon sus encantos, su clima, su vegetación, sus inútiles iglesias con sus vacíos claustros, sus empinadas calles, sus balcones, su tipografía unificadora, sus colorines, su estupenda comida, sus amables y encantadores habitantes, su juerga nocturna con Sucre de cómplice en ese barrio de casas residenciales convertido en un Viso salsero, su museo Guayasamín, sus enormes plazas y sus aviones urbanos, con su altura que ahoga, tan ecuatoriana, tan americana...
Desde entonces Quito, es su lindo Quito.