jueves, 10 de junio de 2010

Cuenca



Cuenca recuerda que Ecuador no es solo la mitad del mundo, litoral y Oriente, sino también que los Andes acaban aquí, aunque ahora en su mayoría en forma de volcanes. A 2500 metros de altura y casi con una primavera continua, la ciudad es el recuerdo de otras ciudades encontradas en el camino, también verdes, también coloniales. Monasterios, iglesias, plazas, revocos, tejas curvas, balcones y como la Cuenca ibérica casas colgantes sobre la quebrada de un río. Sobre su ribera un parque urbano que permite mojarse en sus aguas y orillas sin límites ni barandillas, discurriendo naturalmente al borde de la ciudad.

Los patios y claustros de muchos edificios se han reconvertido usándose ahora como lugares de reunión, bares, restaurantes o salsa de conciertos. También lo hacen algunas terrazas que eligen si mirar al río o a la sierra de los alrededores. Un cierto ambiente cultural pasea por la ciudad. Títeres y teatro en la plaza de la catedral, conciertos variados al atardecer, librerías diversas, mercados... Un lugar tranquilo y animado, festivo y reposado, donde pasar las tardes en patios entoldados y atascarse más tiempo del previsto inicialmente.



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